Ramón Santil hereda el rancho y el ganado de su padre, pero pronto hay malas noticias: el magistrado le dice que tiene que pagar más impuestos para no perder la tierra y Ramón no tiene dinero para hacerlo. Desesperado juega lo que tiene en el póquer con Carlos Urista, un hombre recién llegado a la ciudad y del que Diego sospecha que puede ser un agente de Eagle, perdiéndolo todo. El rancho luego se mudó a Urista y, poco tiempo después, los terratenientes se encontraron discutiendo por qué había construido una curtiduría en su nuevo rancho, contaminando el agua que también es esencial para todas las demás propiedades. Diego entiende que la única solución es asumir el papel del Zorro y obligar a Urista a jugar una nueva partida de póquer con Ramón.