Herido durante una acción policial, Emile Lampion debe descansar en el campo, por orden del médico. ¿Es tan tranquila la pequeña y encantadora ciudad del norte que eligió para su convalecencia? No estoy seguro... ¡Un cuervo inunda a los notables con cartas anónimas muy crudas denunciando su vergonzosa moral! Este malvado bromista hace sonreír a Larosière y Lampion hasta el día en que una encantadora anciana, Emilie Dubreuil, se desploma mientras bebe su té: envenenada.... ¡A partir de ahora, el cuervo ya no grazna, mata!