Esta semana, Carlos Ayala, jefe de Perfumarte, empresa puntera en el sector del perfume, se infiltrará entre sus empleados para comprobar si trabajan en la línea marcada por la empresa. Bajo una identidad falsa comprobará que su almacén parece una academia militar, que en el laboratorio el cliente no siempre es lo primero, que en algunas tiendas no atiende nadie y en otras hay más polvo que fragancia.