En los desiertos del mundo, el ritmo vital está controlado por una sola cosa: el sol. Cuando se pone, las temperaturas pueden caer en picado hasta los cuarenta grados bajo cero. Y cuando está en lo más alto, la temperatura llega hasta los sesenta grados centígrados. Para sobrevivir, la vida debe funcionar como un reloj. El amanecer es hora punta. Por las mañanas, los animales se apresuran antes de que haga demasiado calor. Pero hay un habitante del desierto que necesita el sol más que la mayoría. En el desierto del Namib, el camaleón de Namaqua precisa cargarse del calor del sol antes de ponerse a cazar. Los elefantes hacen todo lo contrario, para protegerse del astro rey toman baños de tierra. Estos ingeniosos gigantes usan la arena como protector solar.